Construir una casa o construir una oración
Por lo que pudimos ver, nadie se atrevió a preguntar nada después de ese disparo con metralla en el artículo anterior. ¿Por qué complicar todo con un nombre para cada parte de una oración? Es un concepto que probablemente ronde por su mente, y como imagen acústica sea transformado en sonido por su aparato fónico. O se quede en su mente nomás, lo que me hace más difícil el trabajo y me obliga a establecer alguna especie de vínculo hablante - interlocutor silencioso, y solamente intuir. De cualquier modo, la respuesta a esa pregunta es sencilla. Salgamos de este mundo y vayamos al universo de la construcción. Supongamos que por algún milagro de la economía tenemos dinero para construir una linda casa en ese pueblo pacífico con el que soñamos nuestro delicioso retiro, después de años de sacrificio. Queremos que nos visiten muchos amigos, por eso la casa necesita un baño para invitados, accesible, y otro baño cercano a nuestra habitación, privado y a salvo de cualquier oído indiscreto. Una especie de santuario, sí. Nos gustaría mucho también que haya una habitación extra para que se queden a dormir nuestros hijos, nietos o cualquier pariente o amistad. A no olvidarse de la cocina con esa mesada inmensa de mármol resplandeciente. Todas partes que constituyen la casa de nuestros sueños. Claro que para construir cada una de esas partes, necesitamos fijar los cimientos, preparar cemento, comprar ladrillos, pintura, azulejos, baldosas, grifería, accesorios y mil etcéteras. A la hora de ir a la ferretería, ¿no nos sería mucho más sencillo saber el tipo de ladrillo que necesitamos? ¿En vez de “necesitaría uno de esos cositos del inodoro” no nos resultaría más útil saber que el cosito del inodoro que está en el depósito se llama flotante? Seguramente. Si no asentamos correctamente los cimientos y las vigas, se nos cae la casa abajo. Entonces, cuando en vez de construir una casa construimos una oración, conocer sus componentes es muy útil. El resultado de no conocer las fórmulas es construir oraciones agramaticales o, en el mejor de los casos, no dar en el blanco con nuestro mensaje. Puede estar bien armado, porque usamos la intuición o leímos muchos libros y copiamos estilos, pero no utilizamos todo el potencial que nos da la lengua.
Ejemplos
Entonces, como la economía en la escritura es una virtud, utilicemos el ejemplo de la casa para entender esto de los sintagmas, las construcciones y los constituyentes. Primero establezcamos que construcción y constituyente son conceptos que no se excluyen. Nuestra casa soñada es una construcción, de la misma forma que nuestro baño, cocina, comedor, etc. Lo que cambia es que nuestro baño es una parte de nuestra casa. La constituye. En cambio nuestra casa es la construcción máxima. Lo mismo pasa en la sintaxis. “La pelota” es una construcción que forma parte de una construcción mayor “Puso la pelota en el ángulo”. Por eso “la pelota” es un constituyente. Está perfectamente armado, tiene coherencia. Además se puede mover dentro de la oración. “La pelota puso en el ángulo”. “En el ángulo puso la pelota”. También responde a una pregunta. Por ejemplo: “¿Qué puso en el ángulo?” La pelota.
Bueno. ¿Convencidos de que es una construcción y además un constituyente? Entonces agreguemos una cosa más. “La pelota” es un sintagma nominal, porque su núcleo es un sustantivo. ¿Qué es esto de los sintagmas? Son la expansión de un núcleo. En este caso, el núcleo “pelota” necesita una manito, un determinante que concuerde con su género y su número, y lo destaque. Porque sabemos que “Puso pelota en el ángulo” es agramatical. Lo sintagmático tiene que ver con un orden lineal, en el tiempo. Las relaciones sintagmáticas se realizan en presencia. Si seguimos con el mismo ejemplo, sabemos que es “la pelota” y no “pelota la”. Hay un orden lineal de las palabras que, de otra manera, quedarían sin ningún sentido. Para bajarlo al peligroso terreno del pragmatismo, quien conociera las reglas sintagmáticas no pronunciaría “Será posible, será” (ese personaje grotescamente costumbrista que se podía ver en “Amigos son los amigos”, con Carlos Calvo y Pablo Rago). En el orden de esa oración, es necesario una sola flexión verbal. No es por un criterio de “corrección”, porque la lingüística normativa se quedó en el siglo XIX, sino por un criterio de economía, de estrategia para crear frases que vayan al grano y no digan ni más ni menos de lo que queremos decir.
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