El tema de las comas da para hablar y hablar (algunas personas hablan tanto y tan rápido que deseamos más que nunca materializar esa abstracción, que la coma sirva a modo de mordaza y nos dé unas milésimas de segundo para que nuestros tímpanos se regodeen en el silencio y nuestro cerebro se oxigene). Ahora que nos tomamos una breve siesta de dos semanas, masticamos y digerimos, podemos encarar la segunda parte.
La coma entre el sujeto y el predicado
Sujeto y predicado, ¿se acuerdan? Nos machacaban con eso en la escuela primaria. En el sujeto estará el agente que realiza una acción o el paciente que sufre un cambio, y en el predicado el resultado de esa acción o transformación. Muchas personas, por considerarlo quizás un pasatiempo divertidísimo, se dedican a poner comas en medio del sujeto y el predicado. “La bala, fue precisa, del motivo no hablo más”, cantaría Fito Paez si no leyera nuestra página. Las comas nunca separan el sujeto del predicado. “Volvió, Juan” y “Volvió Juan” son oraciones completamente diferentes. En la primera, el hablante se dirige a su interlocutor. Hace referencia a un tercero. El caso es vocativo, de invocación, por eso va la coma. Lo mismo sería: “Juan, vení a comer”. En la segunda el hablante se dirige a una persona indeterminada. Hace alusión a la vuelta de Juan. Tampoco es válido poner, al estilo sinopsis: “John Smith, es un agente de la CIA infiltrado en una célula terrorista”. Esa coma no sirve para nada, la eliminamos, igual que John Smith elimina poblaciones enteras con bombardeos preventivos.
Existe también la costumbre entre escritores de poner un punto después del signo de interrogación. Supongo que la costumbre es una degeneración de la posibilidad de poner una coma. Mal. El signo de interrogación, cuando cierra la sentencia, simboliza un punto. Se debe empezar con mayúscula la siguiente oración. A menos, claro, que se ponga una coma, elemento usado para darle más agilidad a la frase. Por ejemplo: “¿Soy yo el culpable?, ¿o es esa voz que me zumba en la cabeza y me dice: Mata, mata?”.
A pedido de nuestra queridísima lectora, vamos a observar el caso de la coma en el nexo “y”. “Todos yiran y yiran” sigue cantando Fito, con la complejidad que caracteriza a sus letras. No se le ocurriría bajo ninguna circunstancia poner una coma entre esos dos verbos producto del lunfardo (tema sobre el que vamos a hablar porque resulta muy interesante). ¿Qué sentido tendría ponerla ahí? En cambio, cuando aparece una “y” que marca un nexo coordinante, la cuestión toma otro matiz. Se separan distintas ideas, proposiciones, conectadas por ese nexo. Ya no se enumera simplemente. Veamos: “Se me ocurrió una idea genial, y vos sos el indicado para llevarla a cabo”. Ahí tenemos dos proposiciones que se pueden analizar perfectamente por separado.
¿Quedan más dudas con el uso de la coma? Si es así, en cualquier momento lanzaremos la tercera entrega. Hasta la próxima.
Se entiende muy bien. Me gustaría que expliques el uso del punto y coma. Algo que parece fácil pero no lo es.
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